La inmensidad que tenía delante de ella la abrumaba. El viento
acercaba a su nariz los olores que los rodeaban, incluido el de su colonia, el
olor de sus caricias la noche pasada.
Los poros de su piel, sus músculos comenzaban a notar el
frío cuando dos manos fuertes rodearon sus cintura atrayéndola hacia un cuerpo
y fuerte y una voz, su voz, le susurró al oído: - tu y yo Adán y Eva – a lo que
ella respondió: - y tu cama nuestro paraíso.
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